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El día de muertos y su origen prehispánico

Escrito por Melissa Preza

La celebración del Día de muertos o los fieles difuntos, es una fecha muy especial para todos los mexicanos pues es ocasión para recordar a los seres queridos que ya no están con nosotros en este plano.

Año con año llenamos las calles y nuestros hogares con sabores, aromas y colores característicos de estas fechas; y entre cantos, rezos y las características ofrendas, nos preparamos para recibir las almas de aquellos que fueron nuestros compañeros en vida, pero ¿Sabemos dónde y de qué forma se originó la tradición?

Actualmente tenemos como fecha de celebración el 1 y 2 de noviembre y en México se celebró por primera vez en 1821, desde entonces, esta tradición tiene tanta importancia y es tan características de nuestro país, que a partir del 7 de noviembre de 2003 la UNESCO declaró a la celebración como parte de la lista del patrimonio oral e inmaterial de la humanidad.

Mucho se dice acerca de que la tradición tiene un origen meramente prehispánico, sin embargo, vale la pena mencionar que muchas de las características de la celebración que llevamos a cabo hoy en día, podrían tener su origen en algunos ritos y celebraciones europeas por parte de la iglesia católica; no hemos de olvidar que a día de hoy en México somos la mezcla de varias culturas, sin embargo, el mayor crédito qué se llevan los pueblos prehispánicos ante esta celebración es la cercanía y la forma que tenían para concebir la muerte.

Para abordar el tema desde el origen prehispánico, indudablemente tenemos que mencionar a la cultura mexica; según relatan algunos historiadores, el pueblo mexica tenía varios periodos a lo largo del año para celebrar a sus muertos, sin en cambio, era el más importante aquel período entre los meses de septiembre y noviembre cuando terminaban sus cosechas.

Para los pueblos prehispánicos, la muerte era solo la continuación de la vida y es por ello que durante estas fechas su cometido era ofrendar elementos a sus muertos no solo para recordarlos, sino también para enviarles fuerza durante los cuatro años que, según sus creencias, podía durar el recorrido hacia una de las cuatro áreas o destinos a los que podía ir un alma según su dogma.

Estás cuatro áreas eran el Tonatiuhichan o casa del sol, que era el sitio al que iban los guerreros muertos en batalla, las mujeres embarazadas o que murieron al dar a luz y los capturados para sacrificio; el Tlalocan, un sitio gobernado por el Dios Tláloc que era un tipo de paraíso donde llegaban todos los que murieron ahogados o por alguna causa relacionada con el agua; el Chichihualcuauhco o árbol con chichis que era el espacio destinado para los niños muertos, según la creencia, ahí eran amamantados con leche que brotaba de un árbol nodriza hasta que volvieran a nacer o bien, se decía que ellos sería quiénes repoblarían el mundo cuando este se acabara; y el Mictlán, que era el reino de los muertos y destino de las personas que fallecían por causas naturales no relacionadas al agua, la guerra o el parto.

Este último círculo es el más importante y el que dió origen a lo que hoy conocemos como día de muertos, pues los mexicas hacían ofrendas especialmente a las almas que se dirigían a este sitio, ya que se decía que, para llegar ahí, las almas tenían que hacer un recorrido de cuatro años durante los cuales se enfrentarían a diversas pruebas con el objetivo de purificar y transformar su alma para que al llegar con Mictlantecuhtli, el Dios de la muerte, pudieran ser dignos de habitar en el lugar del descanso eterno. Las pruebas que los difuntos tendrían que pasar serían las siguientes:

1.- Chiconahuapan, Itzcuintlan o lugar de perros, es lugar donde el alma debía atravesar con la ayuda de un xoloitzcuintle de color pardusco, se decía que si en vida, la persona había sido mala con los animales, no encontraba ayuda y se quedaba en esa parte del camino.

2.- Tepectli monamictlan; aquí se dice eran dos cerros que se abrían y cerraban chocando entre sí de manera continua, por lo tanto, en dicha prueba, los muertos debían buscar el momento correcto para cruzar y no ser aplastados.

3.- Iztepetl; un cerro cubierto de filosísimos pedernales que eran capaces de desgarrar el cuerpo de los muertos a su paso por el recorrido.

4.- Itzehecayan o lugar del viento de obsidiana, era un sitio de hielo y piedra.

5.- Paniecatacoyan o el lugar dónde la gente vuela y se voltea como banderas, es dónde los muertos perdían la gravedad que un cuerpo físico representa y quedaban a expensas del viento.

6.- Timiminaloayan o lugar donde la gente es flechada, era un sitio donde se acribillaban a los cadáveres que cruzaban por ahí.

7.- Teocoyohuehualoyan, era el nivel donde los jaguares abrían el pecho del muerto para comerse su corazón.

8.- Izmictlan apochcalolca o laguna de aguas negras era donde el muerto terminaba de descarnar y su alma terminaba de liberarse por completo.

9.- Chicunamictlan, era la última prueba donde el muerto debía atravesar las nueve aguas de Chiconauhhapan, una vez que concluía la prueba, su alma era liberada completamente de los padecimientos del cuerpo por los Dioses de la muerte en su escencia masculina y femenina, Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl (Que daría pie al personaje de la catrina)

Una vez que concluían con todo el recorrido, lo último que las almas debían hacer para habitar en el mundo de los muertos, era ofrendar al Dios Mictlantecuhtli, las cosas con las que sus familiares y seres queridos les había sepultado.

De esta leyenda de los mexicas y de la curiosidad natural del hombre por saber qué hay más allá de la muerte, es que nace la celebración del día de muertos y la tan característica ofrenda, pues a día de hoy, seguimos ofreciendo alimentos a nuestros seres queridos que ya no están con nosotros.

Si bien, el tema del día de muertos, tiene infinidades de temáticas por dónde poder abordar, esta leyenda sobre el Mictlán, es de donde parte todo.

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