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Nadia Murad y Denis Mukwege, premios Nobel de la Paz

Escrito por Staff

Su lucha la ha convertido en un icono

El comité noruego ha anunciado este viernes que el premio Nobel de la Paz de este año recae en dos activistas contra las violaciones de mujeres en contextos de guerra: Nadia Murad, ex esclava del grupo yihadista Estado Islámico (IS), y Denis Mukwege, ginecólogo congoleño. Ambos también ganadores del Sajarov, galardón que entrega el Parlamento Europeo.

A sus 25 años, Murad es el rostro más conocido de las 3.000 mujeres y niñas yazidíes que fueron secuestradas en el norte deIrak en 2014 y convertidas en esclavas sexuales del IS. Un dolor que, según reconoce el comité Nobel noruego, la joven ha relatado por medio mundo con «un coraje fuera de lo común» y «levantando la voz en nombre de otras supervivientes». «Nadia Murad es víctima de crímenes de guerra. Rechazó aceptar los códigos sociales que obligan a las mujeres a permanecer mudas y avergonzadas por los abusos que padecieron», subraya el fallo.

Murad cayó en las garras de los yihadistas el 3 de agosto de 2014, cuando una rápida ofensiva, lanzada desde la cercana Mosul, alcanzó el monte Sinyar, el hogar de los yazidíes, una fe vinculada al zoroastrismo que mezcla elementos de antiguas religiones mesopotámicas con los credos cristiano y musulmán y a cuyos fieles los secuaces del IS consideran «adoradores del diablo.

La hoy activista procede de Kocho, una pequeña aldea que fue escenario de una de las matanzas más brutales. Los acólitos de Abu Bakr al Bagdadi asesinaron a 300 hombres del pueblo, sepultados aún en fosas comunes, y raptaron a todas sus mujeres. Nadia perdió a seis hermanos y su madre. Corrió la misma suerte que otras cientos de mujeres. «El IS no vino a matarnos sino a usarnos como botín de guerra, como objetos que se venden por poco o se regalan», narró en 2015 ante el Consejo de Seguridad de la ONU.

Después, fue trasladada hasta Mosul, donde comenzó su pesadilla como esclava de un militante. «No pude soportar más violaciones y torturas y decidí escapar sin éxito. Los guardas me capturaron y aquella noche, el hombre que me había tomado me dio una paliza, me obligó a desvestirme y me confinó en una habitación con seis militantes que continuaron cometiendo crímenes contra mi cuerpo hasta que caí inconsciente», evocó. Tras tres meses de cautiverio, pudo finalmente huir con ayuda de una familia musulmana y un documento de identidad falsificado. Actualmente, reside en Alemania, que ha acogido y proporcionado asistencia médica y psicológica a buena parte de las mujeres que sobrevivieron a la violencia del IS.

Su lucha, que mereció en 2016 el premio Sajarov de derechos humanos, la ha convertido en un icono. Embajadora de buena voluntad para la dignidad de supervivientes de trata de personas de la ONU, su testimonio fue vital para que hace un año el Consejo de Seguridad de la ONU acordara una resolución histórica con el fin de abrir una investigación internacional contra los crímenes perpetrados por el IS en Irak y reunir pruebas que pudieran ser usadas en procesos judiciales contra combatientes del grupo en todo el mundo.

Nada más conocer la noticia de su galardón, Murad ha enmudecido. «Es una chica muy sensible. Apenas puede hablar. Se ha acordado de su familia, de sus amigos, de todos aquellos a los que mataron. Hoy es un gran día para ella, pero al mismo tiempo es un día triste», explica por teléfono a EL MUNDO Ahmed Burjus, miembro de la organización humanitaria Yazda, su mano derecha para todo y quien la acompaña en todo momento. «Es un gran día para los yazidíes y para todas las minorías perseguidas del mundo, especialmente para las víctimas del Estado Islámico en Irak y en Siria», prosigue Burjus.

Murad, dice, va a usar el premio para «empujar a favor de su causa frente a la comunidad internacional». «Los yazidíes siguen viviendo en condiciones miserables. El 80% de ellos continúan hacinados en campamentos, en malas condiciones higiénicas y alimentarias. Necesitamos que el mundo les proporcione ayuda humanitaria».

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