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Leyenda: La Fuente de los Muñecos

Escrito por Henry Sánchez Ortiz

En el barrio de Xonaca, un lugar colonial de estrechas calles empedradas y de rústicas casitas, podemos encontrar una fuente de dos niños hermanos cuya historia está llena de tragedia y dolor y en codigopolitico.mx te contaremos la leyenda que encierra este lugar.

En esta fuente podemos ver a una pequeña niña que lleva un libro debajo del brazo derecho. Su pálido rostro refleja seriedad. Lleva puesto un vestido amarillo con olanes rojos y dos largas trenzas le resbalan por los hombros.

Extiende con ligereza el brazo que le queda libre y rodea tiernamente la espalda del otro niño que está a su costado.

Ahí permanecen ambos pétreos, inmóviles, soportando estoicos chorros y chorros de agua que los empapa.

A este barrio, antiguamente se le llamaba el “Barrio de los Catrines” porque la gente adinerada del centro de México construía sus quintas (fincas) ahí, donde pasaban largas temporadas de esparcimiento y descanso.

Es precisamente en este barrio, entre la calle 22 Oriente y 18 Norte, donde se encuentra la llamada Fuente de los Muñecos, que representa una de las historias más enigmáticas de la ciudad, una leyenda que se ha transmitido de voz en voz por generaciones.

Frente a la iglesia de La Candelaria aún está de pie una casona que fue ocupada por la emperatriz Carlota, quien fue esposa de Maximiliano de Habsburgo. Tiempo después, Maximino Ávila Camacho, gobernador de Puebla de 1937 a 1941, construyó en esa propiedad su casa de verano.

Un caballerango de la propiedad tenía dos hijos, una niña y un niño, de seis y siete años de edad, que eran muy queridos. Un día en el que se soltó una lluvia torrencial, los hermanitos salieron de casa para ir a la escuela, pero nunca llegaron.

Al caer la tarde no regresaron a casa. Los padres, preocupados, salieron en su búsqueda con ayuda de los vecinos de Xonaca. Transcurrieron las horas y no se halló rastro alguno de los pequeños. Con dolor y resignación todos dedujeron que cayeron en un pozo de agua aledaño a la propiedad del general Ávila Camacho. Los cuerpos de los niños jamás fueron encontrados.

Al saber lo que pasó con los hijos de su caballerango, Maximino Ávila Camacho, ordenó que se construyera una fuente con un pedestal de azulejos de talavera en honor a los hermanos desaparecidos.

Desde entonces hay muchos relatos del amor inseparable de los niños de la Fuente de los Muñecos. Se dice que por las noches esas infantiles figuras inanimadas cobran vida para jugar, que corren por las calles y que el eco de sus risas se escucha por todo el barrio hasta al amanecer, cuando de nuevo regresan al pedestal de talavera para petrificarse.

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