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Leyenda de la Casa del Perro

Escrito por Henry Sánchez Ortiz

La Leyenda de la Casa del Perro en Puebla está basada a principios del siglo XVIII, cuando llegó a vivir a la ciudad de Puebla el Sr. Juan de Illescas con su familia, una bella esposa y una hermosa hija.

Narran que durante la época de la inquisición, a principios de la citada centuria, llegó a la ciudad Don Juan de Illescas proveniente de España, quien tras realizar los trámites correspondientes pasó a ocupar esa casa, la cual pertenecía a las madres del convento de Santa Inés, misma que estaba abandonada debido a las tantas historias que se contaban de ella.

Indican que Don Juan se dedicaba al comercio de esclavos chinos, actividad que logró dominar convirtiéndose en el único proveedor. Él había llegado junto con su familia a vivir entre los católicos residentes, hasta que descubrieron que en realidad era un judío encubierto que había mentido sobre sus verdaderos orígenes.

El can de la casa del perro en Puebla está sentado en sus cuartos traseros y mirando hacia el frente (Andrés Lobato)

Apuntan que Isaac Sefarad era su verdadero nombre y el de su esposa, Sara. Destacan que despertó sospecha su fisonomía tan contrastante a los rasgos del resto de los españoles residentes en la ciudad y que evitaba el consumo de los productos provenientes del cerdo.

Al enterarse de este hecho, el inquisidor local lo arrestó de inmediato y lo llevó a un calabozo como castigo, dejando en la casa a la mujer junto con su única hija.

Dicen que esa misma noche del encierro de Don Juan se le apareció en sueños a Sara un perro fantasmal, a quien le brillaban los ojos y con señas le indicó que lo siguiera hasta el patio, sitio en el cual pudo ver una luz saliendo de entre las lajas, mismas que posteriormente rompió y retiró encontrando en el interior a un perro enterrado desde hacía mucho tiempo, el cual tenía un cartel que decía: “Al único amigo que tuve”, y debajo del animal había un cofre lleno de oro.

Aseguran que tras el hallazgo la mujer escapó a bordo de una carreta, llevándose consigo a su hija.

Añaden que casualmente Don Juan también logró escapar esa misma noche de la prisión. Algo totalmente inusual ya que nadie se escapaba jamás de la inquisición, por lo que aseguran que la mujer compró con oro al inquisidor para que dejara escapar a su marido. Tras su partida nunca más se los volvió a ver.

Los moradores de la zona lo catalogan como el vigilante de la zona. (Andrés Lobato)

De igual forma, dicen que dicha casa perteneció a uno de los conquistadores españoles que dominó Tepeaca, quien aplicaba una de las estrategias españolas de lucha que fue el uso de grandes y feroces perros entrenados para atacar a los indígenas en sus partes nobles. Se decía que el “aperramiento” de nativos había sido una de las diversiones favoritas de este detestable personaje y que por ello había colocado la estatuilla.

Otros apuntan que la estatua era hueca y que el propietario había encontrado en su interior un tesoro en monedas de oro y por eso la mantuvo en ese lugar para no despertar sospechas.

Cabe resaltar que durante el terremoto del 19 de septiembre de 2017 se cayó la imagen del perro, entonces fabricada en mampostería. Afortunadamente la efigie, aunque se precipitó a la rúa no lastimó a nadie.

Tras una colecta, los vecinos adquirieron un can de barro y lo colocaron. A la par de que hicieron el basamento nuevo y para cuidar que no volviera a caer se le ancló con varillas.

Dicha casa está ubicada en la esquina de la calle 3 Sur y avenida 9 Poniente, en el Barrio de Santa Inés de la ciudad de Puebla.

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