Esta es una de las leyendas mexicanas para niños, que se relata de forma simple y entretenida.

Un día, hace cientos de años, el dios Quetzalcóatl decido viajar por el mundo adaptando una apariencia humana.

Y sin más empezó a subir montañas y atravesar bosques sin descanso.

Después de haber caminado tanto se empezó a sentir cansado y con mucha hambre.

Así que decidió descansar un poco en una pequeña roca para poder recargar energías y seguir con su camino.

Paso un buen rato, pues las estrellas empezaban a cubrían el cielo y la luna hacia acto de presencia.

En eso se percató que junto a él se encontraba un conejo que estaba comiendo.

Un conejo bondadoso

De seguido el dios, curiosamente le pregunto al conejo, ¿qué estas comiendo? y este le respondió zacate ¿quieres un poco?

A lo que Quetzalcóatl respondió gracias, pero yo no como zacate.

Y el conejito preocupado le dice entonces ¿Qué comerás? A lo que él responde morirme tal vez de hambre y sed.

El conejo se sintió fatal y en un acto de generosidad se ofreció al dios.

El pequeño animalito exclamo “tan solo soy un simple conejo, pero si quieres puedo servirte de alimento. Cómeme a mí y así podrás sobrevivir”.

Al ver esta acción el dios se conmovió por la bondad de aquel animalito, así que lo tomo en brazos y lo levanto muy alto hasta que la figura de este logro quedar estampada en la luna.

Con mucho cuidado lo bajo hasta el suelo para que el conejo pudiera contemplar con asombro su propia imagen brillante.

Diciéndole “pasaran los siglos y cambiaran los hombres, pero allí estará siempre tu recuerdo”.

Actualmente, si la noche está despejada y es luna llena podrás mirar con atención la silueta que se forma de aquel bondadoso conejo que hace muchos años quiso ayudar a Quetzalcóatl.