Sin embargo, en medio del desastre y la incomunicación de numerosas comunidades, el gobernador Alejandro Armenta ha dado una muestra de operatividad y gestión de crisis que merece ser destacada.
La noticia de que los caminos hacia todos los municipios de la entidad ya han sido reabiertos es, de entrada, un gran logro en tiempo récord. Recordemos que apenas hace unos días, tres municipios completos permanecían aislados. Lograr la comunicación de los 23 municipios incomunicados de la Sierra Norte y hacerlo en el tiempo que se logró concretar estos trabajos, fue una verdadera proeza logística.
La clave de este éxito parece residir en la contundencia de la acción. El despliegue de más de 150 máquinas, incluyendo motoconformadoras, tractores, camiones de volteo y retroexcavadoras, es la evidencia de que la respuesta no fue tibia, sino masiva y coordinada.
Cuando se trata de emergencias viales que afectan la vida y la economía de miles de personas, la velocidad y la escala son cruciales. El gobierno estatal ha entendido que cada hora de incomunicación es una hora de riesgo, de pérdidas económicas y de vulneración social.
No obstante, la labor aún no ha concluido.
Si bien la conectividad a nivel municipal está restablecida, el foco debe dirigirse ahora a las comunidades más pequeñas. A pesar del avance, seis municipios —Pahuatlán, Huauchinango, Zacatlán, Francisco Z. Mena, Naupan y Zihuateutla— aún mantienen 21 de 77 comunidades parcialmente aisladas.
Este dato subraya la necesidad de mantener el ritmo y no bajar la guardia. La apertura de caminos alternos en estas zonas es vital para garantizar que la ayuda, los víveres y sobre todo la seguridad, lleguen a cada poblado.
La comunicación vial no es solo una cuestión de infraestructura; es el salvoconducto para la reactivación económica, el acceso a servicios básicos y la garantía de que ninguna familia quede rezagada.
La eficiencia demostrada por la administración de Armenta en la primera fase de la emergencia vial establece un precedente importante. El reto ahora es llevar esa misma eficacia a la última milla, garantizando la conectividad total y demostrando que la infraestructura del estado puede recuperarse y, más aún, ser reforzada para resistir futuros embates de la naturaleza. La rápida acción de maquinaria y personal es un buen inicio; la resiliencia de los caminos será la prueba final que de seguro concluirá con éxito.
