Esta historia comienza con un viejo abogado, quien vivió en una de las habitaciones del segundo piso de la legendaria casa y por la noche cuando llegaba, encontraba sentado al pie de la escalera a un anciano que rezaba con un rosario en las manos.
La costumbre de verlo todas las noches hizo que el abogado y el misterioso hombre, hicieran un trato amistoso que los llevó a conocerse mejor y entablar largas charlas en la casi deshabitada vecindad; entre esas platicas el abogado supo que su amigo era sacerdote.
Así transcurrió el tiempo, cuando cierto día se presentaron dos monjas para solicitar limosna en la vecindad y llegaron con el abogado, en medio de la plática él les dijo que en esa vecindad vivía un sacerdote que tal vez conocían. Las monjas se miraron extrañadas y le preguntaron por el nombre del padre; al oírlo, no pudieron ocultar su asombro. Inmediatamente el abogado les volvió a preguntar si lo conocían y le contaron la historia del antiguo convento, de la cual habían escuchado que un sacerdote se aparecía rezando precisamente en esa vecindad todas las noches con su rosario en la mano.
El abogado al comprender que su amigo era un espíritu que rondaba por la vecindad, no soportó la impresión y se cambió de vivienda antes de investigar más acerca del misterioso hombre. O al menos, eso es lo que cuenta la leyenda.